Las obras de Rosanna suscitan una forma particular de diálogo. Verlas convoca a todos los sentidos que se envuelven de inmediato en una interacción. La suavidad sensual de las superficies invita al tacto, las formas y dimensiones de las imágenes reclaman la mirada, el desbastado sugiere los olores del taller, las maderas elegidas dejan sentir su calidez.
Es como si las puertas que se interponen a la creación se rompieran para dar paso a la expresión creativa, aunque, como se aprecia en varias de las piezas, el trabajo artístico hace que uno vaya dejando esas astillas de si mismo, que quedan tras franquear puertas que se obstinan en permanecer cerradas.

Partiendo de la materia, en este caso el bloque de madera, pretendo penetrar en los orígenes de la talla. Mediante el desbaste trato y re-trato la figura en un intento de recrear sus estructuras, de reinventar sus cualidades, acentuándola con el gesto y la actitud. El formón, en su recorrer, persigue la forma, la busca en cada incisión, en cada golpe, tratando de formar la nueva piel.
Ni el amargo sabor de la madera me aparta de su embrujo, de ese sortilegio que encierra la forma.

Tanto sus dibujos como sus esculturas son una búsqueda y una investigación en torno al cuerpo humano, pero pronto descubriremos que no se trata sólo de indagar sus formas sino de expresar a través de ellas algunas de las cualidades que le son propias: el movimiento, como factor externo, y sentimientos de abandono y voluptuosidad, entre otros.
Ya sea el rápido trazo de sus dibujos como las delgadas paredes de sus esculturas expresan un interior convulso, revelan lo que el vacío encierra.
Sus dibujos, realizados en tinta y con caña: son básicamente gestuales; dueña del espacio, lo abarca con el impulso de su brazo y luego define un lugar de sombra tenue y ligero.

Rosanna Peyón ha realizado dibujos al pastel sobre tela en los cuales recurre a la transparencia para enriquecer un trazo vigoroso, gestual, que va definiendo los cuerpos de los personajes que pueblan un universo de encantamientos.
Ella capta ese preciso instante en que la realidad cede paso a la libertad del sueño, ese espacio en el cual hombres y mujeres se fusionan entre bosques y brumas, creando alegorías, a veces amables, otras irónicas, con una imagen que demuestra el rigor de su realización.